En 1790 Miranda expresa al primer ministro William Pitt en Londres que “la América española desea que la Inglaterra le ayude a sacudir la opresión infame en que la España la tiene constituida”. En Francia pelea en 1792 en la batalla de Valmy. En 1798 pide infructuosamente al presidente estadounidense John Adams “seis u ocho buques de guerra y cuatro o cinco mil hombres de tropa”. En 1806 invade inútilmente el territorio de Venezuela por la Vela de Coro con un bergantín financiado por los británicos, ondeando el tricolor que desde entonces será la bandera de Venezuela, y de varios de los países comprendidos en su colosal proyecto libertario, denominado “Colombia”.
REBELIÓN Y CAPITULACIÓN EN VENEZUELA
Pero la libertad americana no llegará como un don de las grandes potencias. Reventará con el movimiento del 19 de abril de 1810 en Caracas, y se extenderá como reguero de pólvora. El muy joven Bolívar va a Londres en misión diplomática para solicitar inútilmente el apoyo británico, y convence a Miranda de retornar a la patria. Miranda es designado por las autoridades independentistas Generalísimo de los ejércitos de Venezuela. Los oligarcas mantuanos desconfían del brillante hombre de mundo al cual discriminaron por ser hijo de canario comerciante y blanco de orilla.
Miranda será incapaz de controlar las fuerzas dispersivas de la patria recién liberada; las provincias de Coro, Maracaibo y Guayana se alinean contra la Independencia; la pérdida de Puerto Cabello, estratégica guarnición portuaria bajo el mando de Simón Bolívar, hace precaria la situación.
“¡Venezuela est blesée dans le coeur!”, exclama en francés el Generalísimo al enterarse de la noticia. Poco después firma una capitulación con los españoles. Un grupo de jóvenes patriotas animado por Bolívar la considera traición, y lo detienen cuando está a punto de abordar un barco en La Guaira. Lo encierran en el fuerte de San Carlos, bajo la custodia del comandante militar del puerto, coronel José María de las Casas. Éste se pasa al enemigo, y entrega a Miranda a las fuerzas de Monteverde, que toman la ciudad y se apoderan asimismo del hombre universal, a quien remiten prisionero a la metrópoli.
Ello borra cualquier sospecha de connivencia suya con los realistas. De ser así, lo habrían premiado, en lugar de encerrarlo. También ello destruye el infundio de que Bolívar habría entregado a Miranda a los españoles. Por lo mismo que creía que el Generalísimo estaba de acuerdo con los realistas, para el joven oficial no hubiera tenido sentido ponerlo en manos de los supuestos cómplices, quienes por otra parte no solo se habían apoderado del anciano, sino de todo el territorio de lo que fue la Primera República.
MUERTE EN LA CARRACA
Violando el salvoconducto previsto en la capitulación, los realistas expiden a Miranda a la prisión de la Carraca, en Cádiz, donde rendirá la vida el 14 de julio de 1816. No es una muerte inútil, sino prematura. Antes de tres lustros, lo que fueron las colonias hispanoamericanas son una franja de gobiernos independientes del Missisipi a la Patagonia. Les falta solo la unidad política. El colosal proyecto está cumplido, o a medio cumplir. Es la única herencia del atormentado hombre universal: un legado que solo podrán culminar hombres de su talla.
Luis Britto Garcia
Escritor
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